Confesión
También llamada penitencia o reconciliación. Nuestro Dios, que nos creó, conoce nuestras debilidades. Constantemente nos ofrece su perdón a través de su ministro, el sacerdote. Jesús mismo otorgó esta autoridad a sus sacerdotes al instituir una manera de restaurar la relación con él. Cuanto más acudimos a este sacramento de la misericordia y el amor de Dios, más nos moldeamos y formamos en el hijo perfecto que Dios quiso que fuéramos. «Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia», ¡cuán grande es nuestra alegría de que Dios nos busque cuando nos alejamos del rebaño! Nos dice «no tengamos miedo», ¡nos espera con los brazos abiertos… en el confesionario!


