Confirmación
Confirmación
La Confirmación, junto con el Bautismo y la Eucaristía, forman los Sacramentos de Iniciación, todos ellos íntimamente relacionados. En el Sacramento de la Confirmación, la persona bautizada es «sellada con el don del Espíritu Santo» y fortalecida para el servicio al Cuerpo de Cristo.
Si está interesado en el proceso de preparación aquí en San Antonio de Padua, comuníquese con la oficina parroquial al 928-684-2096.
Historia del Sacramento de la Confirmación
Hemos recibido el Espíritu Santo en el Bautismo, pero la Confirmación fortalece su presencia en nuestras almas por una razón particular. Estamos madurando en nuestra fe y estamos llamados a dar testimonio de la presencia de Dios en nuestras vidas. Esto no es fácil en un mundo que a menudo puede ser agresivo con nuestras creencias. Dios quiere que sepamos que no estamos solos. El Espíritu Santo en nosotros será nuestra guía para guiarnos en el testimonio que estamos llamados a dar al mundo de lo que significa ser católico. Al igual que el Bautismo, deja una marca o sello en nuestra alma, no solo como pertenecientes a Cristo, sino como sus testigos ante el mundo. Esto es lo que significa ser soldados de Jesucristo. Él nos mandó a ir por todo el mundo y anunciar la buena nueva porque quiere conquistar los corazones de todos sus hijos y hacerles saber lo que ha hecho por ellos. Él quiere que quienes hemos recibido este don lo compartamos con todos.
El Espíritu Santo nos envía, pero no sin sus dones de sabiduría, conocimiento, entendimiento, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios, así como las virtudes teologales de fe, esperanza y amor, y las virtudes cardinales de prudencia, justicia, templanza y fortaleza. Todas estas virtudes nos fueron dadas en el bautismo, pero ahora se fortalecen para nuestro envío. El Espíritu Santo siempre hará su parte, pero nosotros también debemos hacer la nuestra. Necesitamos estudiar nuestra fe y crecer en la oración, leyendo y meditando las Sagradas Escrituras y alejándonos del pecado y el vicio.
El Espíritu Santo es el dulce huésped de nuestra alma. Si prestamos atención, podemos escuchar sus inspiraciones a lo largo del día, guiándonos a hacer el bien y a evitar el mal. Somos templos del Espíritu Santo. Ruego que su presencia nos santifique cada día para que, como Cristo, podamos agradar al Padre cumpliendo su voluntad en nuestras vidas y siendo verdaderos testigos del amor de Dios en nosotros. ¡Que Dios los bendiga a todos!


